Interponiéndose al oleoducto
La industria de los combustibles fósiles quiere ver el oleoducto construido, pero los activistas ecológicos han movilizado una resuelta oposición a este destructivo proyecto.
LA PUBLICACIÓN de un estudio de impacto ambiental hecho por el Departamento de Estado facilita a la administración Obama dar luz verde a la construcción del oleoducto Keystone XL. Sin embargo, activistas medioambientales y por la justicia social están decididos a oponerse a este proyecto, que destruye el medio ambiente y es una amenaza para nuestras comunidades.
Los medios de comunicación fueron casi unánimes en admitir que el reporte aclara el camino para que Obama de su aprobación al proyecto, pero algunos ambientalistas dicen que el estudio reconoce que el oleoducto podría tener consecuencias potencialmente graves, incluyendo empeorar el cambio climático.
Ahora, es turno de la administración Obama decir si, a instancias de las grandes empresas, desafiará la oposición el proyecto Keystone XL, cuyo oleoducto bombearía unos 830.000 barriles de crudo al día de las arenas alquitrán de Alberta, en Canadá, a refinerías en la costa estadounidense del Golfo de México.
Nadie debe esperar que Obama simplemente "haga lo correcto". Para ello, el presidente va a necesitar de la persuasión que el movimiento anti-oleoducto que ha florecido en los últimos años pueda montar.
ESPERADO DESDE hace mucho, el estudio del impacto ambiental del Departamento de Estado era pensado podría ser un obstáculo importante para el ducto Keystone, pero la Prensa Asociada describió el reporte como:
un duro golpe a las esperanzas de los ambientalistas de que el presidente Barack Obama bloquearía el polémico proyecto... El Departamento de Estado informó que no hubo mayores objeciones ambientales a la propuesta de $7 mil millones en tuberías, que se ha convertido en un símbolo del debate político sobre el cambio climático.
Sin embargo, algunos comentaristas y activistas ambientales hacen hincapié en que el reporte no es tan favorable al proyecto como se esperaba. Por ejemplo, reconoce que el petróleo derivado de las arenas de alquitrán genera mucho más emisiones de gases con efecto invernadero que el crudo tradicional. Bill McKibben, de 350.org, lo señaló así una conferencia de prensa:
El reporte concluye que donde el cambio y la contaminación climáticos son seriamente considerados y regulados, este oleoducto tendrá, de hecho, un "impacto significativo". Así que, ahora sabremos si éste es el mundo que Barack Obama y John Kerry quieren. Este reporte da al presidente Obama todo lo que necesita para bloquear el proyecto.
Pero si bien McKibbon está en lo correcto cuando dice que el estudio señala que oleoducto Keystone podría tener un impacto en el cambio climático, también pesadamente califica estos hallazgos. El Departamento de Estado reconoce que el petróleo de las arenas de alquitrán es un combustible más sucio, pero también hace hincapié en que transportar el petróleo a través del oleoducto producirá menos emisiones que los métodos tradicionales de transporte.
El reporte afirma explícitamente que el ducto Keystone no "impactará significativamente" la crisis climática global, y que la potencial contaminación del acuífero de Ogallala, bajo las Grandes Planicies, una de las preocupaciones centrales de los ambientalistas y los pueblos indígenas, es poco probable.
En otras palabras, y a fin de cuentas, el reporte resta importancia a las consecuencias negativas de Keystone. La lógica general del Departamento de Estado parece ser que la extracción, refinación y transporte de petróleo de arenas de alquitrán es inevitable, y que teniendo en cuenta esto, sería mejor para EE.UU. obtener su tajada del pastel, construyendo el oleoducto.
El estudio de impacto ambiental también enfatiza uno de los argumentos favoritos de los petroleros: que el proyecto creará 42.000 puestos de trabajo durante un período de dos años. Y por desgracia, la AFL-CIO usa esta lógica para repetir su erróneo apoyo al oleoducto. El presidente de la federación laboral, Richard Trumka, recientemente dijo a periodistas en una conferencia telefónica: "No hay razón ambiental para que [el ducto] no se pueda construir de manera segura, mientras que al mismo tiempo se creen puestos de trabajo".
Pero la verdad es que sólo unas pocas docenas de estos puestos de trabajo serán empleos duraderos, la gran mayoría serán trabajos de construcción por un período de hasta seis meses. Y la inquietud de los ecologistas no es sólo la seguridad de construcción del ducto, sino el transporte y la eventual quema del petróleo que fluya dentro, algo que el climatólogo James Hansen llamó el fin para las esperanzas de frenar el cambio climático.
EL ESTUDIO de impacto ambiental fue un obstáculo importante a superar por el proyecto, pero el proceso no ha terminado.
Antes de que Obama pueda poner el sello final de aprobación al oleoducto, el Departamento de Estado debe emitir una "determinación de interés nacional" en el proyecto; en esencia, un informe verificando que el proyecto está en línea con los intereses de la seguridad nacional de EE.UU. Durante ese período, otras agencias, incluida la Agencia de Protección Ambiental, tendrán la oportunidad de opinar, y el Departamento de Estado debe además, supuestamente, acoger los comentarios públicos.
Es difícil imaginar que el Departamento de Estado de Obama constate que el proyecto no encaja con los intereses de la seguridad nacional, dada las latitudes que el gobierno ha adoptado para proteger los intereses comerciales a expensas de cualquier progreso en detener el cambio climático. Las recientes revelaciones de espionaje hechas por Edward Snowden muestran, por ejemplo, que la Agencia de Seguridad Nacional espió a gobiernos extranjeros antes y durante la Cumbre Climática de las Naciones Unidas de 2009 en Copenhague. Como Erich Pica de Amigos de la Tierra dijo a Democracy Now:
aprendiendo de los documentos de Snowden que la NSA espiaba a países y negociadores explica mucho acerca de por qué esas conversaciones fracasaron, porque parece que Estados Unidos no estaba realmente interesado en negociar, al igual como otros países deberían estar.
Mientras tanto, el inspector general del Departamento de Estado está investigando si el principal contratista para el estudio de impacto ambiental, el Grupo MTC, tiene vínculos financieros con TransCanada Corp., la empresa que busca construir el oleoducto Keystone.
Todo esto significa es que si bien la industria de combustibles fósiles, y sus agentes políticos, están usando el informe del Departamento de Estado para empujar duramente por la construcción y operación del oleoducto, los activistas tenemos una oportunidad de resistir cuanto más podamos para proteger a nuestras comunidades y al planeta.
Así, McKibben destacó que la decisión sobre Keystone ahora recae directamente sobre Barack Obama –junto a toda la presión que el movimiento pueda movilizar. Como dijo 350.org en un comunicado de prensa:
No permitas que el complicado proceso te engañe. Ésta es la decisión del presidente Obama y sólo suya, y él tiene toda la información que necesita para rechazar el oleoducto Keystone XL. El presidente ya ha puesto un litmus test climático a Keystone XL: que no puede ser un aumento significativo las emisiones de gases con efecto invernadero. Está claro que Keystone XL no pasa ese test.
Mientras tanto, las naciones indígenas y las organizaciones ambientales en las comunidades donde se construiría el oleoducto están anunciando que permitirán la construcción del oleoducto Keystone sin presentar una decidida resistencia. Una declaración reciente de la nación Oglala Lakota señala:
Nuestro derecho inherente es un derecho espiritual y humano, y tenemos los derechos que los tratados nos dan. No queremos [Keystone XL], no queremos las arenas de alquitrán en nuestra tierra. Esas arenas deben permanecer en el suelo, su extracción y sus consecuencias están matando a los seres humanos y a toda la vida allí, y es un desperdicio de valiosa agua.
En 3 de febrero, tres días después de la publicación del reporte, vigilias convocadas por una serie de grupos y activistas ambientalistas fueron llevadas a cabo en decenas de ciudades estadounidenses. Aunque en número modesto, estos eventos estuvieron destinados a marcar el comienzo de un nuevo período de resistencia al proyecto Keystone.
Esa resistencia ya se ha convertido en una formidable oposición. En febrero del año pasado, unas 50.000 personas acudieron a Washington, DC, durante una marcha en protesta contra el proyecto Keystone, en una de las mayores movilizaciones del movimiento de justicia climática.
Activistas en Texas y en las Grandes Planicies del sur se organizan para interrumpir la construcción del oleoducto sobre su territorio, a veces heroicamente, luchando para proteger tierras frágiles que han estado en sus familias por generaciones.
Mientras tanto, la lucha contra la fracturación hidráulica ha adquirido una nueva importancia, así como las comunidades aprenden sobre el agua contaminada, a veces inflamable, y de la degradación del medio ambiente que resulta cuando la industria energética toma lo que pueda de nuestras tierras.
Previo a los últimos 12 meses, el oleoducto Keystone era entendido por muchos como un "trato hecho". Ahora, gracias a la determinación de activistas en todo el continente, todo el mundo sabe que Obama y su administración están bajo la presión de una generalizada y creciente oposición.
Al mismo tiempo, el movimiento ecológico ha crecido en otras maneras, mostrando su compromiso para no sólo para desafiar las arenas de alquitrán y la fracturación hidráulica, sino que además cuestionan las prioridades de un sistema capitalista donde el provecho económico de unos pocos es antepuesto al futuro de nuestro planeta.
No hay duda de que la administración Obama preferiría ignorar esta oposición. Debemos asegurarnos de que no pueda ser ignorada.
Traducido por Orlando Sepúlveda