Por qué seguimos marchando

August 5, 2013

Cincuenta años después de la histórica Marcha en Washington, la lucha por la justicia continúa.

LA MARCHA por el Trabajo y la Libertad en Washington en el año 1963 es uno de los momentos más célebres del siglo 20. Todo estudiante aprende acerca del discurso "Tengo un sueño" de Martin Luther King, y la imagen de la multitud frente al Monumento a Lincoln, atochado de gente en cada espacio disponible alrededor de la Fuente del Reflejo, es al instante reconocida.

Pero este hito es casi siempre tratado como un asunto de la historia; un poderoso e importante suceso, inspirador, sí, pero que pertenece al pasado. Después de todo, se nos dice, King y la lucha por los derechos civiles desafiaban un sistema de segregación legal, donde un negro sólo podía sentarse atrás en el bus, mientras que en los Estados Unidos del siglo 21, un negro se sienta en el Oficina Oval.

Sin embargo, 1963 y 2013 no son muy distantes. Muchas de las muy sentidas demandas que trajeron un cuarto de millón de gente a Washington, DC, hace 50 años siguen sin ser cumplidas. El sueño de King, una sociedad entrando "al camino soleado de la justicia racial", sigue siendo sólo eso: un sueño.

Protesters gathered in the wake of the not-guilty verdict for George Zimmerman

El asesinato de Trayvon Martin por un vigilante barrial que decidió que el joven negro estaba fuera de lugar, "tramando algo malo", y la absolución de su asesino, George Zimmerman, son tristemente familiares para quienes lucharon por los derechos civiles de hace 50 años, y son una prueba más de que la lucha por alcanzar el sueño debe continuar.

Los planes para conmemorar el 50° aniversario de la Marcha a Washington a finales de agosto ya existían antes del veredicto Zimmerman, emitido por el casi totalmente blanco jurado en Sanford, Florida; pero éste le ha dado a esta conmemoración un propósito urgente: decir, fuerte y claro, que el racismo no es cosa del pasado, y que es tiempo de hacerle frente, aquí y ahora.

Como el asesinato de Martin el año pasado, el veredicto Zimmerman no sólo indignó a millones de personas, sino además causó una oleada de protestas y activismo en numerosas ciudades. Organizando para el acto conmemorativos del 24 de agosto en Washington puede ser un paso más para dar foco a esa ira y descontento.

Aquellos que quieren seguir los pasos del movimiento por los derechos civiles deben aprovechar esta oportunidad para profundizar las conexiones entre la gente que comienza a desafiar las muchas caras del racismo y la injusticia en Estados Unidos hoy.


LOS ACTIVISTAS de 1963, a través de sus luchas, construyeron una sociedad diferente. Un presidente afroamericano habría sido inconcebible en épocas anteriores. El movimiento por los derechos civiles rompió la columna vertebral de la segregación Jim Crow y abrió oportunidades para los negros en EE.UU. en diferentes ámbitos sociales.

Pero por cada signo de progreso alcanzado por el movimiento por los derechos civiles, también es claro que el racismo sigue deformando la sociedad estadounidense.

Como se le quiera medir, los afroamericanos sufren discriminación y desventaja económica, política y social. Los negros son el 13 por ciento de la población, pero representan el 39 por ciento de la población carcelaria. En tiempos de bonanza o crisis económica, el desempleo negro es aproximadamente el doble del promedio nacional, y en la estela de la Gran Recesión, el desempleo y la pobreza afligen a los afroamericanos a niveles no vistos desde la Gran Depresión.

Todo esto fue cierto antes que los preparativos para el 50º aniversario de la marcha comenzaran. Pero los acontecimientos de los últimos meses –no sólo el veredicto Zimmerman, sino además la merma a los Derechos Electorales infligida por la Corte Suprema, uno de los principales logros del movimiento por los derechos civiles– han dado al 24 de agosto lo que en 1963 King llamó "la feroz urgencia del ahora".

En vez de recordar discursos y consignas de hace 50 años, los manifestantes tendrán preguntas inmediatas en su mente, por ejemplo, la restricción del derecho al voto, las leyes racistas como "Mantente Firme" ["Stand Your Ground"] vigentes en casi dos tercios de los estados de la unión, y cómo enfrentar la continua crisis del desempleo y la pobreza.

Por supuesto, la experiencia de la lucha es muy diferente para los que marchen en 2013. La marcha de 1963, fue un hito para un movimiento en el que millones de personas ya participaban. Fue la cima de un crescendo nacional de casi una década de avances y derrotas, desde Montgomery y Little Rock, pasando por Greensboro, McComb, Albany y muchos otros. Entre aquellos en Washington en 1963 hubo decenas de miles activistas que habían des-segregado restaurantes, registrado votantes, organizado contra la discriminación laboral, y sufrido palizas a manos de los racistas.

La marcha de este año se inicia a partir de un nivel mucho más bajo de organización y activismo. Gran parte de la ira creada por el asesinato de Trayvon Martin nunca fue convertida en acción, y el activismo en torno a este tipo de ataques racistas tiende a subir y bajar súbitamente. Así, mientras las protestas contra el asesinato de Martin ayudaron a inspirar intensas campañas por justicia para las víctimas de la violencia policial, la primavera pasada, en Nueva York, Chicago y Oakland, por nombrar algunos lugares, fue difícil para estas iniciativas locales vincularse nacionalmente o mantenerse activas.

Por lo que la lucha contra el racismo tiene una forma mucho menos definida en 2013. Pero esa es una razón más para aprovechar la oportunidad de la movilización nacional en agosto: para poner las luchas que están ocurriendo en contacto entre sí, para conectar las redes activistas que respondieron al veredicto Zimmerman, y para alimentar el espíritu de lucha de aquellos que son nuevos al activismo.


LAS PRINCIPALES fuerzas involucradas en la marcha en Washington, este año, son organizaciones como la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color y la Red de Acción Nacional (NAACP y NAN, por sus siglas en inglés, respectivamente). SocialistWorker.org ha sido crítico de estos grupos en varias oportunidades en los últimos años, sobre todo cuando evitaron cuestionar a Barack Obama y su gobierno por no tomar acción en asuntos que afectan a los negros en Estados Unidos.

En una conferencia de prensa en julio, Obama expresó su fuerte reacción al veredicto Zimmerman, el tema de la discriminación racial, e incluso la "historia de las disparidades raciales en la aplicación de nuestras leyes penales". Pero sus comentarios fueron más notables porque durante toda su presidencia, Obama ha dicho casi nada sobre el racismo.

Los afroamericanos han sufrido la peor parte de la crisis económica, una generación de jóvenes negros está siendo criminalizada por el Nuevo Jim Crow, la crisis social está destrozando los barrios negros más pobres de las grandes ciudades, en un Estado tras otro se resucitan restricciones al derecho al voto no vistas desde mucho antes de 1963, y el primer presidente negro del país había permanecido en silencio.

Y lo que es más, las figuras políticas negras, con algunas valientes y honorables excepciones, han defendido su silencio.

El reverendo Al Sharpton, líder de NAN, denunció el veredicto Zimmerman y NAN llamó por vigilias en más de 100 ciudades; pero Sharpton dirigió el ataque contra el filósofo Cornel West y el locutor de radio y televisión Tavis Smiley, críticos afroamericanos de Obama, cuando se atrevieron a hablar –durante la campaña electoral 2012, nada menos– sobre la pobreza negra y la necesidad de combatir el racismo.

No debemos esto, pero es un hecho positivo que estos grupos, dominantes en la política negra, pongan recursos en la organización de la marcha del 24 de agosto.

En primer lugar, las movilizaciones serán más amplias, tanto en Washington, como en cualquier otra manifestación anti-racista. Por ejemplo, las vigilias convocadas por NAN trajeron mucha gente que no había llegado a protestas anteriores. Y sólo puede ser bueno si la participación en las protestas anti-racistas crece y se expande.

Además, grupos como NAN y la NAACP, o figuras políticas como los reverendos Al Sharpton y Jesse Jackson actúan y hablan en formas que conducirá a sus seguidores a preguntarse por qué se habían negado a hablar o actuar así antes, y por qué ahora quieren ellos limitar los objetivos de ésta y futuras movilizaciones, o quieren evitar que Obama y los demócratas rindan cuentas.

Ésa es otra certeza acerca de la Marcha en Washington: La Casa Blanca presionará a los organizadores de la marcha para que eviten las críticas a Obama, se centren en atacar a los retrógradas republicanos, minimicen el racismo institucional, y adopten la mantra de la responsabilidad individual.

Y todo esto encaja con las prioridades que los principales grupos por los derechos civiles han tenido durante años, quienes no se transformarán repentinamente para el 24 de agosto.

Pero también es cierto--como suele ser en el caso de las grandes movilizaciones--que los discursos desde la tarima en Washington serán menos importantes que las convicciones y aspiraciones de los miles de personas que asistirán a la marcha.

Para ellos, la Marcha en Washington también será acerca su decisión de asistir, de los debates que tendrán antes, en el camino, durante y después de la marcha, de las conexiones que hagan, y del compromiso a mantenerse activo después del 24 de agosto.

Cincuenta años después de la histórica Marcha en Washington del movimiento por los derechos civiles, todavía tenemos que seguir marchando contra el racismo y la injusticia. El veredicto Zimmerman nos dio un amargo ejemplo de lo que sucede cuando la intolerancia y el odio no son enfrentados. Pero el gran legado de la lucha de los años sesenta nos proporciona una visión inspiradora de lo que podemos lograr cuando las masas se organizan para luchar por un mundo mejor.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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